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Hace unos años en un semanal del País sobre arte y arquitectura, Luis Fernández Galiano escribía un artículo en el cual contraponía a la Ley del Suelo, a una necesaria Ley de la Tierra; “aquella que aporta la lógica del territorio, que se apoya en los valores que nos ofrece la tierra”, valores de muy diverso orden y que pueden englobar desde aspectos geográficos, a monumentales, históricos, plásticos, etc.

La ley del Suelo, o como se llame en este momento, pues es una ley mutante, pertenece a lo que entenderíamos como una de las leyes de la civilización, por contraposición con las leyes de la cultura, en un mundo global.

El ámbito de la cultura incluye lo que es propio de un grupo, de una sociedad mas o menos acotada, que en ocasiones puede volver la mirada hacia sus ancestros, hacia sus vínculos perdidos con la naturaleza. Tradición, lengua, cultura en todas sus facetas, son manifestaciones de este mundo de la patria chica. Lo rural en este caso es paradigma de la cultura, pues nos acerca a los orígenes, a los ancestros.

Existe por supuesto un segundo ámbito, valido, pero que en ocasiones debe mantener un equilibrio con el anterior, lo constituye la civilización, vinculada al pensamiento de los pueblos y las relaciones entre sociedades, siendo su escenario la ciudad y su escala las naciones, los grandes territorios; propia de unos hombres cada vez mas alejados de la tierra, pero cada vez la libres de su propio destino, donde la amnesia se transforma en una fuerza fecunda frente a la atadura inmovilista de la memoria o de la presión social.

Un equilibrio entre ambos ámbitos es el necesario para las personas en nuestro momento histórico. Y ese es precisamente lo que se rompió de manera brutal en el proceso de urbanización del entorno del Camí del Pouet. La muerte del Pouet y las posteriores amputaciones del resto del patrimonio, son producto de batallas perdidas en una sociedad que vivia momentos de triunfo de lo urbano como antítesis de lo rural, como si ambos fueran necesariamente incapaces de una coexistencia, ya no solo en la urbe, sino, como es el caso, en lo metropolitano.

Con el Pouet se perdió un trazado y un paisaje, unas arquitecturas y una sociedad que las habitaba. De aquello queda la memoria y unas pocas construcciones descontextualizadas. Sus trazas violentamente borradas por una concepción impropia de las ciudades de los países y las sociedades civilizadas, en las que es necesario asumir el proceso de transformación cuidando en no borrar las huellas que nos identifican con la historia como pueblo.

Por qué nos interesaba aquel paisaje?

Situado en el entorno de las acequias de Mestalla y Rascanya, al Suroeste de Campanar, el Camí del Pouet tomaba el nombre de un pozo de uso público situado en una de las dilataciones del conjunto de las casas del Racó del Pouet. El camino se formaba tras una bifurcación hacia el Sur del Camí del Cementeri que parte desde Campanar. Su entorno fue un lugar tradicional de implantación de arquitecturas desde tiempo inmemorial, como nos dan noticia tanto la cartografía histórica, como las propias construcciones, sus tipos y fábricas. Desde el siglo XIV tenemos datadas construcciones a lo largo del camino, de manera que lo hacían un lugar particularmente fértil para conocer el proceso de transformación de nuestra arquitectura, incluso el cómo habian ido cambiando conceptos como el de “alquería”, además de los tipos de casas que dieron cobijo a las distintas clases social a lo largo de la historia.

Su ubicación entre dos acequias históricas y en su cabecera, nos permitía encontrar en el lugar un gran número de molinos y artefactos propios de la cultura del agua, sistemas ancestrales, parcelaciones particulares de las propiedades, sistemas que nos ofrecían una gran información antropológica sobre nuestro pueblo. De ahí el gran interés de esta zona. Por ello la lucha que se llevó a cabo y gracias a la cual se salvaron algunas casas, en un contexto en el que siempre son ajenas, pues no se las esperaba en ese convite.

Qué arquitecturas encontramos?

En el inicio del camino podíamos encontrar cerca del Molino del Conde, la Alquería de Victoria, una granja agraria de finales del XIX. Próxima a ella, encontrábamos la esbelta y potente barraca de Llenya. Tras un grupo de casas adosadas se llegaba a la Alquería de Puchades, una compleja estructura agraria. A partir de aquí el camino cambiaba de ritmo, las edificaciones se espaciaban, apareciendo alternativamente a ambos lados. Las vistas se abrían y aparecían fragmentos de huerta en su esplendor. El Foraster y Barberá, eran interesantes alquerías en esta parte del recorrido, hasta llegar al enclave del Pouet. Allí, el camino se dirigía hacia el Oeste, hacia el río Turia que está ya cercano. En pleno quiebro se encontraban los restos de la que fue una gran alquería señorial, la denominada de Nel.lo el Xurro derribada por la desidia. Alquería importante que albergaba tras ella el conjunto de Casas del Pouet, quizás, casas relacionadas con esta antigua alquería en sus momentos de esplendor. Allí, podrían habitar colonos y trabajadores de la propia alquería, donde se encontrarían infraestructuras de apoyo al mundo rural o doméstico de esta estructura del poblamiento medieval de la huerta.

Una pequeña ermita, de factura moderna y sin calidad arquitectónica, se ubicaba en una de las esquinas del quiebro del camino. En este nuevo recorrido, volvía a aumentar la densidad de construcciones en el lado Norte del camino. Alquerías como la de Bandera y la del Cristo se situaban en esta parte, edificios estos de poco interés arquitectónico. Mas adelante, hacia el sur, se espaciaban las construcciones y encontramos la Alquería de Benlloch o Belloc, un edificio con restos importantes de una antigua alquería medieval que ya es citada con este nombre en el Plano de Ascencio Duarte-S. XVI-. Al lado Norte y junto a la acequia de Rascanya, encontrábamos la Alquería de Colóm. Frente a ella y al otro lado del camino, la alquería del Raio. Ambas alquerías, Colom y Raio, junto con el paisaje que ofrecía la acequia, tenían un interés paisajístico particular, que se complementa con el interés histórico, arquitectónico y etnológico de ambos edificios.

El recorrido del camino, en la parte que aquí nos ocupa, acababa al llegar a la Alquería del Rei, un conjunto complejo de edificaciones en torno a uno de los edificios más interesantes de la zona, una alquería típica de la arquitectura del XIV- XV valencianos, un BRL del Ayuntamiento de Valencia, que estaba en muy buen estado y tras su expropiación se ha abandonado y violentado.

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